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EN EL LIMBO DEL SUEÑO AMERICANO

Todo comienza cuando Kandy Sián, una chica de 18 años en el no muy lejano, 2016, termina los estudios de preparatoria y aún con los obstáculos que se sufren cuando se terminan esta etapa ya que la escases de oportunidades laborales es uno de los mayores problemas de la sociedad guatemalteca, ella tenía una energía que brillaba tan fuerte como el sol de verano y veía su futuro con buenos ojos

Aunque al salir de mi carrera de bachillerato sus padres tenían negocios propios con los cual sostener a la familia y mientras ella buscaba arduamente una fuente de ingresos podía trabajar en estos negocios. El sueldo que se le brindaba era muy poco y no podía pagarse los estudios que quería pues siempre anhelaba con estudiar en un lugar prestigioso.

Poco tiempo después se dio cuenta que esto no iba a poder ser, así que pasó los siguientes dos años tratando de entrar a la universidad San Carlos junto con el afán de conseguir un empleo para poder costear los gastos que ella tenía en su vida personal, familiar y estudiantil. Lastimosamente estos dos años no dieron fruto.

Ya en 2018, después de dos años difíciles sin conseguir resultados en ninguna de sus metas a corto plazo y de ver como la economía de su familia iba cayendo cada vez más, a tal punto de que su madre pedía ayuda de forma desesperada para llevar un plato a la mesa y de ver como las deudas tenían hasta el cuello a sus padres, tomó lo que hasta el momento es la decisión más difícil de su vida: Intentar perseguir el famoso sueño americano.

Según el licenciado Álvaro Caballero, coordinador del área de estudios sobre migraciones del IEIPIUSAC, estás son las razones más comunes que instan a una persona a tomar la decisión de salir de su país natal y buscar una mejor vida en el país del norte. Las deudas y la falta de oportunidades son un problema social que afecta a varios países subdesarrollados como lo es Guatemala.

Después de una conversación larga en la que le explicaba a su madre lo que quería hacer, la quería convencer de que irse a vivir con su papá, quién llevaba 15 años viviendo en Estados Unidos. Su madre entre lágrimas y profunda tristeza, decide aceptar, pues al ver a Kandy tan decidida por lo que quería hacer decide apoyarla aunque con ella se va un trozo de sí misma.

A finales de octubre de ese año se empieza a contactar con los famosos “coyotes” quienes se encargarían de facilitar el paso de las dos fronteras que se debían traspasar para llegar al destino.

Para encontrar personas que la pudieran ayudar viajaron hasta el departamento de Quiché, más específicamente en el pueblo de San Antonio. Se hizo el acuerdo monetario con esta persona, esta misma les comentó que el grupo que ellos manejaban realizaban la salida de migrantes todos los miércoles sin excepción.

El coyote encargado del viaje de la joven Kandy, le comentó que su viaje a México sería en autobús, teniendo los tres tiempos de comida, con distintas paradas estratégicas para que los migrantes pudieran descansar. Le advirtió que lo complicado sería cruzar la frontera estadounidense, que sufriría pero ¿Por qué no sufrir un poco por una vida de ensueño? O al menos eso pensaba ella.

Las palabras de convencimiento de los coyotes según Kandy, fueron el empujón que ella necesitaba para pasar de las dudas a una decisión firme en su vida. Después de esto ella regresó a la ciudad capital a la espera de recibir esa llamada que pondría fin al sufrimiento económico de su familia.

En noviembre le avisan a Kandy que hay cupos para que viajara pero hasta febrero de 2019, específicamente el 27 de dicho mes. Sin pensar aceptó, aunque no entendía muy bien como se manejaban los tiempos de viaje, pues se le hacía un poco extraño que le avisaran con tanto tiempo de anticipación, de igual forma, aceptó.

El tiempo pasó hasta llegar al mes en el que sería el viaje, para ella fue demasiado rápido, llegado el 20 de febrero ella empezó a despedirse de su familia y de sus amigos más cercanos, las lágrimas brotaban como manantial. Comenzó a hacer sus maletas, empacó recuerdos y las palabras de ánimo de las personas que más quería.

Llegó el día y se dirigió al lugar en donde el coyote la esperaba, todo fue tan rápido que no pudo dar el último adiós a su familia. Se subió al autobús y con la mirada llena de lágrimas sintió el calor de su madre esperando verla pronto.

Alvaro Caballero indica que los coyotes pintan la migración ilegal como un viaje tranquilo, pero nada puede asegurar si llegaras bien o siquiera si seguirás con vida. Un alto porcentaje de migrantes muere o es deportada.

Desde acá todo comienza a torcerse, pues el tipo que le había dicho que iba a estar encargado de ella la subió a otro bus, sin darle explicaciones y sin acompañarla. El bus iba lleno, ella iba parada en un trayecto de más de 7 horas. Ella no sabía a dónde iba, no les daban información, solo era ella con muchos más migrantes con miradas perdidas, corazones rotos y la incertidumbre del qué pasará.

Llegaron a una casa en donde metieron a todas las personas que iban en ese bus, aún no habían traspasado la frontera, les dieron comida, que parecía de preso, por lo pequeño y de mala calidad que era la comida. Esperaron 4 horas a que llegara la madrugada, el calor era intenso teniendo en cuenta que prácticamente estuvieron uno sobre otro en dicha casa.

Eran las dos de la mañana, todos abordaron el bus y procedieron a cruzar la frontera mexicana, llegaron a Chiapas, en donde los policías federales de dicho país los siguieron hasta unas montañas donde bajaron a todos los migrantes, excepto a Kandy y un par de personas más. Colocaron una radio y un teléfono en una mochila y los bajaron en un supermercado local.

Estuvieron dos horas parados cerca del local, no sabían lo que pasaba, solo temían por su vida y por su libertad si en algún caso los detenían. Hasta que llegaron por ellos, suponen que fue por la radio y por el teléfono, de no ser así probablemente los hubieran dejado a su suerte.

Los llevaron a una casa en unas montañas donde estaban todas las demás personas esperando a que se apaciguara la situación con los federales. Luego de esto, los condujeron hasta lo que ellos llaman “bodegas”, que son casas de refugio en donde pasarían la noche, a todo esto, no comieron en todo el día, hasta el siguiente les dieron un poco de comer sin nada de agua.

No habían terminado de comer cuando unos camiones llegaron a traer a las personas para llevarlas al estado de Monterrey. No recuerda cuantos fueron pero compara el viaje como cuando transportan reses, todos topándose, sin espacio casi para respirar y sin poder moverse en un camión grande.

En alguna parte del trayecto el camión se detuvo, unos cuantos carros se detuvieron junto al camión. Dentro del camión no sabían que pasaba, entre gritos y peleas el camión arranca y se escuchan disparos en una distancia no muy lejana. Hasta la fecha no saben lo que sucedió, pero fue una parte en la cual todos los migrantes sudaron frío y el sabor de la angustia estaba en el paladar de todos.

Una vez en Monterrey les proporcionaron otro tiempo de comida, no sabían a donde más los iban a trasladar. Solo habían miradas de decepción y arrepentimiento. Kandy ya no quería saber nada, esperaba que todo fuera un mal sueño y que nada de esto hubiera pasado, pero no era así.

Desde su salida de Guatemala, habían pasado 4 días, en los que habían comido 3 veces, descansado menos de 8 horas. Sin hablar con su familia, sin cambiarse o tener cualquier tipo de higiene personal.

Posteriormente, separaron al grupo, cada grupo se fue a distintos departamentos fronterizos. Por primera vez les tocó una persona buena, según sus palabras, les dieron comida, agua, un colchón donde dormir, un buen baño. Era como el oasis dentro del desierto, pero había que seguir caminando.

Luego de dos días, los metieron a una cabina de un bus, la cual no era de más de tres metros cuadrados en el cual debían ir 10 u 11 personas, prácticamente sin poder respirar. Cuando estaban en carretera pudieron pasar a los asientos, no fue por mucho, porque fue poco trayecto el que pudieron estar ahí.

Estuvieron de bodega en bodega, hasta llegar a la peor de todas, donde no había ni donde sentarse. Pero ya estaban en la frontera, quedaba lo último, pero debían esperar a las demás personas, porque por 11 personas no se iban a arriesgar los coyotes, estuvieron por un par de días hasta que llegaron a ser hasta 50 personas en una bodega.

Llegó el día esperado, una persona les dio indicaciones de como cruzar el río, se separaron por grupos y esperaron en la madrugada porque hay menos personas y puede haber más suerte. Se hidrataron lo suficiente porque caminarían demasiado y no habría agua.

Fueron dos horas hasta encontrar el río, los hicieron quitarse la ropa para que esta misma no fuera pesada y atrasara a los demás. La fuerza del río no pudo con la fuerza de voluntad que quedaba, después del río caminaron otra hora. Todo parecía bien, hasta que los guías se empezaron a portar raro.

Después de un grito “¡Nos encontraron, nos encontraron!”, los guías salieron corriendo dejando atrás a todos los migrantes, no sabían a donde correr, solo corrían, la vista se nublaba y se quedaron sentados algunos, pidiéndole a sus dioses que no los encontraran. Lastimosamente no funcionó.

Según el Instituto Guatemalteco de Migración, en el año 2019 un total de 105 mil quinientos doce guatemaltecos fueron deportados por vía terrestre y aérea.

Los perros encontraron a varios de los migrantes, fueron esposados y llevados a un centro de detención especial para migrantes de Estados Unidos, al llegar, les quitaron las esposas y los despojaron de todos los objetos personales, al mismo tiempo les quitaron prendas como suéteres, guantes o cualquier otra prenda para cubrirse del frío.

No sabían el por qué, hasta que entraron a las carceletas. Los metieron a lugares que parecían congeladores, lo único que tenían para cubrirse era un trozo grande de aluminio, en donde los tuvieron cuatro días. Los hicieron firmar la hoja de deportación porque el plan obviamente era retornar a cada persona a su país.

Posteriormente los llevaron a la cárcel del estado de Texas, donde al menos la temperatura ya no era la misma, aunque la comida seguía siendo un abuso a los derechos humanos. Ya casi sin fuerzas, con los ojos secos de tanto llorar. Diez días del mismo sufrimiento, descubrieron que el desgaste que causan las autoridades migratorias nadie la cuenta, solo los que sufren de eso pueden comentar lo que realmente se sufre.

Llegó el día de la deportación, los hicieron firmar más hojas, nadie sabía que decía pero no tenían otra opción. Después del proceso administrativo los esposaron de manos, caderas y piernas, como si fueran los peores delincuentes del mundo. Los transportan en el autobús hasta el aeropuerto. Los forman y los dejan ver como trofeo.

Veinte o treinta minutos antes de llegar a la fuerza aérea guatemalteca les quitaron las esposas y los entregaron a las autoridades guatemaltecas como si nada hubiera pasado. A pesar de no haber cumplido el tan ansiado sueño americano, ella se sentía feliz, les regresaron unas pocas pertenencias y les dieron una comida digna.

Después de más de dos semanas de no estar comunicada con su familia, pudieron comunicarse para decirles que todo había fallado pero que al menos seguían con vida y podían volver a verse. El reencuentro, hasta el día de hoy es el momento más feliz que se le viene a la mente.

Por: Adier Agustín

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